1) Ahorra el agua:

El agua es el elemento más importante para la vida; sin embargo, es un recurso limitado que cada vez se agota más.
Por este motivo, cada persona debe asumir un hábito de ahorro y consumo racional. Por ejemplo, podemos tomar duchas más cortas de máximo cinco minutos, evitar dejar correr el agua al realizar actividades como lavarse los dientes, afeitarse, lavarse el cabello o enjabonarse, y revisar constantemente las cañerías y cisternas del inodoro para arreglar cualquier fuga.
2) Reduce el consumo de energía:

En nuestra vida cotidiana y, especialmente en el contexto de aislamiento social, utilizamos cada vez más la energía eléctrica. Este abuso de energía trae como consecuencia estragos en el equilibrio del medio ambiente.
Aunque no podemos detener el cambio climático, sí podemos reducir su impacto con acciones como: cambiar los focos comunes por lámparas fluorescentes, aprovechar al máximo la luz natural, desenchufar los aparatos eléctricos que no usamos, y utilizar electrodomésticos como lavadoras y refrigeradoras con eficiencia energética.
3) Recicla

Nuestro planeta se está llenando de residuos sólidos que contaminan el aire, el suelo y el agua. El uso de plástico le está pasando factura al planeta, pues termina en el mar formando mares de microplástico contaminante que disminuyen la vida marina y por tanto, el recurso pesquero.
4) Haz un consumo responsable

La sociedad en la que vivimos nos impulsa a comprar productos que realmente no necesitamos y que tardan cientos de años en degradarse. Adquiere sólo lo indispensable y, si es posible, elige artículos con empaques hechos de materiales reciclables y sin plástico.
5) Crea áreas verdes

Desde casa, podemos contribuir a la conservación de la biodiversidad de nuestro planeta cultivando árboles o diversas especies de plantas, en caso de tener un espacio más pequeño. Las plantas absorben el dióxido de carbono del ambiente y lo transforman en oxígeno, y así también mejoramos la calidad de aire que respiramos en el hogar.