La esclavitud ha evolucionado y se ha manifestado en formas diferentes a lo largo de la historia. En la actualidad todavía persisten algunas antiguas manifestaciones al amparo de creencias y costumbres tradicionales: las personas de castas inferiores, minorías tribales y los pueblos indígenas son, según Naciones Unidas, los más vulnerables.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), millones de jóvenes se encuentran en condiciones cercanas a la esclavitud como víctimas de trabajo forzado o en régimen de servidumbre. Un 73% de estos jóvenes alrededor de 180 millones desempeñan las peores formas de trabajo infantil, entre ellas la prostitución, el trabajo esclavizado y el trabajo peligroso. Además, las cifras indican que la esclavitud no ha desaparecido, ya que alrededor de 5,7 millones de jóvenes se hallan en una situación de servidumbre o se ven obligados a trabajar.
A la explotación se suma el negocio de la trata de personas. En África, se venden menores por 14 dólares, actividad que según la OIT reporta a los criminales 7000 millones de dólares anuales. También en esta misma región, 80 millones de menores entre 5 y 14 años son obligados a trabajar en la prostitución y en actividades como la minería.
La trata de personas está directamente relacionada con la discriminación tanto racial como étnica, sexual y de género. Las personas inmigrantes constituyen un grupo especialmente vulnerable al que no solo le son violados sus derechos como trabajadores, sino como seres humanos.